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Vivir en Roma

¡Córrele que se nos va!

La movilidad es algo que siempre ha realizado el ser humano. Recorrer grandes o pequeñas distancias, a pie o en algún medio de transporte, con calor o con frío, por necesidad o por gusto es algo evidente cada día. Por ejemplo, tan solo en Europa se estima que son cerca de 185 millones de personas que en un día normal de la semana usan los medios públicos de transporte. A esa cifra nos sumamos los “padrecitos” del Colegio Mexicano en Roma, quienes día con día debemos movilizarnos hasta las diversas Universidades.

Ser estudiantes en la Ciudad Eterna, Roma, nos ha hecho comprender desde que llegamos que lo de “eterna” es un adjetivo que bien se puede aplicar a la espera de algún medio de transporte público; cierto es también que algunos en ocasiones optan por caminar (a veces “no hay de otra”) o hacer uso de la bicicleta, sin embargo la mayoría día con día usa el autobús, el tranvía, el metro o algún tren regional.

Al ir a las Universidades Pontificias, cada uno de nosotros tiene su ruta, sus horarios, sus pronósticos, su experiencia: correr para alcanzar el tren, ser empujado por quien desea bajarse de prisa o ver cómo “se te va el camión” son vivencias cotidianas en esta experiencia de formación permanente en Roma y sin duda que de ellas también podemos aprender.

En estas pocas palabras es imposible describir tantas experiencias vividas allí en la ruta 870, o en el tranvía 8… sin embargo me atrevo a decir que necesitamos vivirla con buen ánimo. Al menos es la actitud con la que me esfuerzo por vivir la aventura de recorrer al día 28.6 km entre el ir y venir a la Universidad haciendo uso, al menos 6 veces, del transporte público.

Dice un estudio que si se mejorase el transporte y lo usásemos más, sería posible para 2050 una reducción del 40 % de las emisiones de dióxido de carbono que dañan el medio ambiente. Ojalá esto fuese tomado más en cuenta en Roma, en Ciudad de México y en todo el mundo, pero mientras llega ese día: a correr tras el autobús y levantar la mano para que se detenga.

P. Miguel Ángel Silvestre Valdez
Arquidiócesis de Guadalajara

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