¡Cuántos nombres he puesto en mi boca! ¡He perdido la cuenta!

Unos resuenan estrepitosamente y otros están ya olvidados.

¡Cuántos nombres recorren los años de mi vida!

Y es que siempre hay nombres que nos llenan los labios con una sonrisa.

Siempre hay nombres que iluminan nuestros amaneceres,

Siempre hay nombres que nos dicen tanto con tan poco,

Siempre hay nombres que nos transportan a los lugares donde hemos sido felices…

Por eso Dios, conociendo la potencia de los nombres nos dio Uno que está sobre todo nombre (Flp 2,9).

Un nombre al que toda rodilla se dobla (Flp 2,10),

Un nombre por el cual nos ha llegado la gracia y la verdad (Jn 1,17),

Un nombre que era la Palabra que estaba con Dios desde el principio (Jn 1,1),

Un nombre que es la Sabiduría que nunca dejará de existir (Eclo 24,9),

Un nombre que es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9),

Un nombre que nos ha dado el poder para llegar a ser hijos de Dios (Jn 1,12),

Un nombre por medio del cual somos salvados: JESÚS (Hch 4,12)

Es el nombre que todos podemos alcanzar,

Es el nombre que no tiene miedo de nuestra miseria,

Es el nombre que nos busca en nuestros extravíos,

Es el nombre que nos da las alegrías verdaderas,

Es el nombre que conoce los secretos que guardamos detrás de nuestros ojos.

Hoy en este domingo después de Navidad que coincide con la fiesta del Santo Nombre de Jesús, podríamos repetirlo varias veces. A todos nos hace falta escucharlo.

JESUS, Señor de los vencidos, de los derrotados de los que lloran, de los enfermos,

JESÚS, Señor de los agonizantes, de los desesperados, de los de mirada hermética,

JESÚS, haznos oír tu dulce nombre, ese que se han tatuado los santos, ese que se canta suavemente, ese que trae tu divina presencia. Amén.

P. Miguel Martínez Cruz
Arquidiócesis de Morelia